CANDI Y EL TORRO

Sábado, 10 de septiembre de 1988
 

CANDI” Y “ EL TORRO”, hachas en mano, hicieron vibrar al pueblo de DESOJO

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Hilario Alvarez (el Torro), de 46 años y 100 kilos de peso, se enfrentó con el hacha a
Cándido
Fernández (el Candi), de 58 años y 55 kilos de peso, en una apuesta de 110.000
pesetas.
Todo comenzó un buen día el que organizamos un calderete.
Pero como ya se sabe, después del conejo vinieron las copas y allí salió todo; que si te juego,
que si te dejo de jugar ,y al final, apuesta.
Apuesta, y de hachas, la que ayer enfrentó en Desojo a Cándido Fernández
e Hilario Alvarez. Centenares de personas se congregaron en la plaza del
pueblo para seguir el desarrollo del peculiar enfrentamiento, en el que los dos
aizkolaris se jugaban 110.000 pesetas.
Sin duda, lo más llamativo de la apuesta era la notable diferencia física que
separaba a los pastores. Cándido Fernández, alias (Candi) de 58 años y unos
55 kilos de peso se enfrentaba a Hilario Alvarez, alias (el Torro), de 46 años y
unos 100 kilos de peso. Al contrario que el episodio bíblico, en este caso, la
fuerza y la robustez de Goliath se impusieron al nervio y al empuje de David.
(Levantamiento de vidrio) y una novena a la
Virgen de Codés
En los minutos anteriores al enfrentamiento, los dos aficionados de la
aizkora explicaron, entre los nervios y las continuas bromas de sus
convecinos, los motivos que les habían llevado a tomar el hacha.
Cándido Fernández es natural de Desojo, aunque actualmente vive en
Vitoria. Es soltero y trabaja en la DKW. Se confiesa aficionado al corte de
troncos, pero nunca había tomado parte en ningún tipo de apuesta. Minutos
antes de entrar en la plaza, se hallaba medio sumergido en el asiento de su
automóvil, con un cigarrillo entre los dedos y signos visibles de nerviosismo.
Mientras Hilario Alvarez, también soltero y natural de Desojo, aunque
actualmente vive en Beasain, llegaba al escenario del enfrentamiento
procedente de la ermita de Codés, donde ha estado estos últimos días
haciendo una novena a la Virgen. (
Ha
estado pidiendo para no partirse el pie con el hacha),
apuntaba su entrenador José Luis Arteche. En cambio Juan Hernández, el
(manager) de (Candi) manifestaba que
(el único deporte que ha realizado mi pupilo ha sido el
levantamiento de vidrio).
 
A todo esto, los vecinos que pasaban junto al grupo, no perdían oportunidad
para sumarse con sus bromas a la pequeña tertulia: !Venga Candi, que te lo
comes¡ ¡Dile que está gordo, que tiene mucho peso encima! ¡Cuidado no os
cortéis con el hacha!.
Troncos, hachas, vendas y toallas
Los dos troncos de pino, de 28 centímetros de diámetro, fueron adquiridos
por Juan Hernández, uno de los entrenadores, en Santa Cruz de Campezo,
donde un conocido se los vendió por ocho mil pesetas.
Ambos troncos estaban desde horas antes perfectamente preparados, con
el soporte y las cuñas. A su alrededor, los dos aizkolaris, vestidos según el
tono que indicaba la ocasión, fueron rodeándose con vendas la muñecas,
mientras su respectivos entrenadores les daban aire y les cubrían con sendas
toallas.
Sobre la cantidad de dinero aportado (110.000 pesetas), que fue confirmada
por los dos postores, algunos vecinos de Desojo señalaban que “no es de
estrañar, puesto que los dos son solteros y no les faltan los cuartos”. Por su
parte, Hilario Alvarez no tuvo reparos en manifestar que “el dinero no tiene
importancia, cuando se está ganando el jornal...”.
También antes de entrar en la plaza, los dos expresaron la amistad que les
une, y el hecho de que la apuesta no había tenido su origen en rivalidad
alguna.
Sentados en los troncos
La entrada de los dos aizkolaris en la plaza, donde les aguardaban varios
centenares de personas, fue procedida por aplausos y gritos de ánimo para
los dos valientes, ”¡No, si aún les ha de dar un infarto!” señalaba alguna
señora.
Pero ya junto a los troncos todo fue cosa de unos instantes. Se dio la salida,
y bajo los enervados gritos de sus entrenadores “Candi” y “el Torro”, se
lanzaron, hacha en mano, a por esos 28 centímetros de pino que les
separaban de las 110.000 pesetas.
A los pocos minutos, los dos habían reducido notablemente su ritmo,
parándose con toda paz de vez en cuando y tomándose algún vaso de vino
para reponer fuerzas. Desde el comienzo, el peculiar “Goliat” de la apuesta,
Hilario Alvarez, se dio cuenta de su superioridad, ya que cada golpe que daba
 
era equivalente, más o menos a cuatro de los que el “pequeño David”
propinaba, con más regularidad, a la madera. Por ello, no tubo reparos para
dejar su tronco en tres ocasiones y acercarse a contemplar cómo llevaba la
faena su adversario, entre las risas del público y la cara de contrariedad de su
oponente.
Sin embargo, aún hubo tiempo para la emoción ya que, mientras el “ peso
pesado” permanecía sentado sobre su pino, el “peso mosca” continuaba
impasible su labor, los dos troncos fueron igualándose hasta que “el Torro”
subió de nuevo al pino y con un par de golpes lo partió en dos trozos.
Aun quedaba, no obstante “la segunda vuelta”, ya que la apuesta era de dos
cortes. Con las fuerzas más mermadas, y con otro vaso de vino entre pecho y
espalda, los dos aizkolaris continuaron de nuevo su trabajo con el hacha. En
un despliegue táctico, “el Torro” volvió a abandonar su pino para seguir de
cerca la labor de “Candi” que para esas alturas estaba ya visiblemente
extenuado. Sin embargo, el pequeño “David”, dale que te pego, siguió
adelante con su pino y cuando ya parecía que iba a terminarlo, Goliath se
incorporó sobre el suyo, seccionándolo con un potente golpe.
Aplausos y risas entre el público, mientras los dos combatientes se
abrazaban emocionados. Aunque esta vez fue “Goliath” el que se impuso a
“David”, al contrario que en el episodio bíblico, la historia, al menos terminó
sin sangre.
Javier Marrodán